19 de febrero de 1985; una fecha que ha quedado marcada en la negra historia de Euskadi. Fue aquella fría y brumosa mañana cuando se produjo el accidente aéreo más grave jamás registrado en el país: la tragedia del monte Oiz.
Un Boeing 727, «El Alhambra de Granada», despegaba de Madrid a las 08:47 con 141 pasajeros y 7 tripulantes a bordo; tenía previsto aterrizar en el aeropuerto de Bilbao a las 09:35. Diez minutos antes, la torre de control de Sondika daba permiso al comandante del aparato a iniciar la maniobra de aproximación al aeropuerto. Los hechos que se produjeron después fueron, según el informe pericial, los desencadenantes de la catástrofe. Comenzaba el horror.
El ala izquierda del aparato, que volaba a 300 metros por debajo de la altitud recomendada, chocaba con un repetidor de Euskal Telebista instalado en el monte Oiz. Tras el impacto, la aeronave se precipitaba sobre la ladera noroeste de la cima a 300 kilómetros por hora y abría una enorme brecha en un pinar. Los motores explotaron y la nave se redujo a amasijos retorcidos y carbonizados.
Los primeros en llegar al lugar del siniestro se toparon con unaimagen dantesca: los restos de 148 víctimas diseminadas a lo largo de dos kilómetros. Tan solo se encontró un cadáver intacto en aquel espeluznante cementerio: el de un difunto que era trasladado en su ataúd a Bilbao en la bodega del avión.
Mucho se especuló sobre las causas del accidente: se habló de un atentado de ETA (en el avión viajaban numerosas autoridades de la época), pero la posterior investigación dictaminó que se trató de un accidente debido a una cadena de «errores humanos». Se citó la excesiva confianza en el sistema de alerta de altitud, así como una incorrecta interpretación de sus avisos, y posiblemente un error de lectura del altímetro.
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