Representantes de Bomberos, Cruz Roja y DYA hacen balance de la actuación en las inundaciones del Urumea

La cita tiene lugar ayer a mediodía en la zona cero de las inundaciones: el barrio donostiarra de Martutene. El esfuerzo de limpieza de los empleados municipales y de los propios vecinos hace irreconocibles las calles por las que 24 horas antes solo se podía transitar en barca. Mikel Nogués, responsable de Rescates de DYA Gipuzkoa, se muestra sorprendido. “No queda nada, solo algo de olor”, comenta en su primer día libre tras tres jornadas de trabajo maratonianas.

A pesar del cansancio ha aceptado, junto con el responsable de Salud y Socorros de Cruz Roja Gipuzkoa, Juan Ramón Barrena, y el oficial del parque de Bomberos de Donostia, Imanol Andonegi, la invitación de NOTICIAS DE GIPUZKOA para relatar cómo han vivido los servicios de emergencia esta riada que ha afectado a los municipios de Donostia, Astigarraga y Hernani. Sobran las presentaciones entre ellos, son viejos conocidos de estos campos de batalla.

“Impotencia” es la primera palabra que repite este trío de expertos en situaciones de emergencia al evaluar lo ocurrido. “Impotencia es la palabra que lo resume, porque al final no puedes hacer nada para evitarlo”, trata de explicar Barrena.

Miran atrás con cierta resignación por la imposibilidad humana de evitar estos desastres naturales, aunque satisfechos por la labor desempeñada. Sobre todo, porque comparando las inundaciones de 2011 a las de ahora ha habido avances sustanciales en materia de prevención que permiten a los servicios de emergencia actuar con mayor margen de maniobra.

Por ejemplo, el “avance en la coordinación” que ha supuesto la Mesa de Crisis puesta en marcha a raíz de las inundaciones de 2011, con representación de todos los sectores implicados, les ha “facilitado” su trabajo, admite el oficial de Bomberos Imanol Andonegi.

Mejor coordinación y “más trasparencia”, añade Nogués como otro de los pasos que se han dado hacia adelante a la hora de abordar un episodio de avenida en el valle del Urumea. Se refiere, concretamente, al acceso a la información disponible que tienen los vecinos: desde la altura del río minuto a minuto hasta las cámaras instaladas en la presa del Añarbe, en las que se ve en directo si las compuertas están abiertas o no. “Antes había mucha rumorología”, reconoce el miembro de DYA.

“La mesa de crisis es el alma máter, lo que pone todo en funcionamiento de modo que cada uno sabe lo que tiene que hacer”, explica el responsable de Cruz Roja. “Es un trabajo en equipo cuyo éxito radica en la mesa de crisis”, apostilla Barrena.

Hace años, cuando el Urumea se desbordaba, todo era “más caótico”, reconoce Andonegi. “Todos estábamos en la calle, pero la mesa entonces era más pequeña, solo políticos y algún técnico”, recuerda el oficial de Bomberos. Ahora, en cambio, en torno a esa mesa se sientan representantes de DYA, Cruz Roja, Bomberos, Bienestar Social, Sanidad, Policía Municipal, Gobierno municipal, vecinos, etcétera.

“Al tener todos representantes ahí, sabemos qué tiene que hacer cada uno y la coordinación es mucho mejor; y tenemos esa relativa tranquilidad de que, al estar prevenidos y haber movilizado a toda esta gente, podremos evitar daños personales, y los materiales, en la medida de nuestras posibilidades, minimizarlos”, detalla Andonegi.

La tecnología también se ha convertido en una aliada de los servicios de emergencia al contribuir, sobre todo, a profundizar en la prevención. El control digital de los niveles del río Urumea es buena prueba de ello. El propio oficial de Bomberos lo explica: “Viendo lo de Añarbe podemos saber lo que nos va a venir en más o menos tres horas, en Ereño-tzu sería hora y media y luego tenemos los radares de Martutene y Txomin, accesibles por parte de toda la población”. Para Nogués también es importante el servicio de SMS para avisar a los vecinos que se ha puesto en marcha, así como los semáforos de alerta.

EVACUACIÓN CONTROLADA Todo ello ha contribuido a que ahora tengan “más margen” para actuar, como ha ocurrido en estas últimas inundaciones, cuando el mismo miércoles se comenzó a evacuar a gente de sus viviendas. Lo mismo ocurrió el jueves al mediodía, cuando ya manejaban previsiones de que, en tres horas, más o menos, el nivel de la riada podía ser el de 2011.

“Las previsiones no son exactas y no se llegó, pero dispusimos de tres horas para que la Guardia Municipal fuera avisando portal a portal a los vecinos recomendando la evacuación, para colocar aquí y allí los vehículos de atención y no hacerlo como en 2011, cuando en lugar de el agua por las rodillas lo que teníamos era el río entero”, expone Andonegi.

Esa diferencia es una “ventaja”, para Barrena, porque antes tenían que hacer los cálculos “a ojo” y ahora, en cambio, pueden disponer de una “hoja de excel en la que te sale ya cuándo se va a llegar a la alerta roja”. “Eso nos mejora el trabajo, porque sabemos prácticamente a qué hora tenemos que estar dónde, cuáles van a ser los puntos conflictivos y tenemos tiempo para avisar a los vecinos”, manifiesta el responsable de Cruz Roja.

No obstante, todos estos avances no les evitan vivir momentos de tensión. “Quizá lo más crítico es cuando sabes que va a venir el pico (la máxima altura de agua), porque desconoces hasta dónde alcanzará y al final, aquí 30 o 40 centímetros marcan la diferencia entre tener lo que hemos tenido o lo de 2011”, expone el portavoz de DYA.

Fue el jueves al mediodía cuando se advirtió de que en tres horas se podía llegar a la altura de 2011, cuando el Urumea alcanzó los 5,5 metros en Martutene. Sin embargo, el pico se dio en la madrugada del viernes, sobre las 6.20 horas, momento en el que la lámina de agua superó los 4,9 metros.

A pesar de ello, para Barrena, de Cruz Roja, el peor momento vivido fue el miércoles, cuando tuvieron que evacuar “de noche” a once personas de las viviendas de Okendotegi. Hubo que insistir para que abandonaran sus hogares, porque aunque entonces el nivel de agua no era muy alto, lo peor estaba por llegar. “Y menos mal”, reconoce Barrena, “porque si no, se habrían quedado aislados completamente y entre ellos había niños y personas mayores que si hubieran tenido un problema médico después, el rescate habría sido mucho más complicado”.

No obstante, en ese momento también vivió la anécdota simpática de estos días. “Fue cuando un niño de cuatro años hispanoamericano, que llevaba viviendo aquí un mes, preguntó si cada vez que llovía aquí sacábamos el barco, que entonces quería que volviera a llover”, relata el miembro de Cruz Roja.

En total se realojó a unas 40 personas, de unas 400 que podrían estar afectadas por las inundaciones, según los cálculos que hace Andonegi.

AL MÍNIMO DETALLE Los tres reconocen que la previsión con la que se funcionó y el hecho de que el río no llegara a niveles de 2011 evitó que los daños, aunque los hubo, fueran mayores. También los servicios de emergencia pudieron dedicarse a hacer atenciones que, quizá, en una situación más grave, habrían sido imposibles. “Hicimos mucho de gondoleros”, señala Barrena, en desplazamientos de personas que tenían que coger algo que se habían dejado en casa o tenían alguna consulta médica, etcétera. “Fíjate con qué previsión se anduvo que, a la hora de realojar a las personas, se previó también qué hacer con sus mascotas”, apostilla Andonegi.

Pasado el temporal, cierta tranquilidad ha regresado a la vida de los tres. “No sabes lo que es pasar de estar cada 30 segundos mirando el móvil a hacerlo cada media hora”, pone como ejemplo Nogués.

Tanto DYA como Cruz Roja ya han acabado su labor en las zonas de las inundaciones, aunque toca “limpiar y reponer material”, y solo los bomberos donostiarras siguen achicando agua. Tras las viviendas particulares toca los polígonos y zonas industriales de Ergobia. “Aunque lo más seguro es que acabemos hoy (por ayer)”, afirma Andonegi.

Concluyen un trabajo que Barrena califica de “8,5”. “Siempre se puede hacer mejor, igual activar a la gente de otra manera, por ejemplo, pero hablamos de conseguir un 8,5 sobre un 10”. Si se tiene en cuenta la valoración que han hecho los propios afectados, quizá hasta se estén quedando cortos, porque muchos de los vecinos no dudarían en darles el sobresaliente.

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